jueves, 10 de noviembre de 2011

Parte 2.

Lo esperé 15 minutos en aquella esquina donde solíamos encontrarnos para volver. Sería una de esas charlas donde uno se plantea "devolveme mis cosas", "el perro es mío", "no, lo pague yo", "pero yo siempre lo mantuve", etc. Uno de esos encuentros para hablar cosas que ya no tiene sentido, para dar explicaciones que ya no importan, porque todo ha acabado. Lo veo venir. Ya no éramos nada, pero no sabía cómo saludarlo. Un beso en la mejilla sería muy cortante para saludar a una persona con la que compartiste grandes intimidades. Un beso... parecería una loca histérica que no sabe terminar una relación. En la mejilla... una hipócrita que quiere hacerse la que ya no lo ama. Ahí viene... ya no éramos nada... así que no dudé, y lo saludé con un pico. En una de esas, podría llegar a levantármelo. Me puso la mejilla. Tenía que decirle que hace tiempo ya no sentía más nada.

Parte 1.

Trataba de ser la mujer perfecta. Tener la puntera de los zapatos limpia, el cabello prolijamente recojido y actuar de manera delicada para que fueramos una pareja perfecta. Tuvimos una charla muy larga acerca de la universidad que el quería elegir, y todo me parecía maravilloso. Para cambiar de tema, él, con confianza, me dice: "Fuiste a ver a aquel recital?". Todo mi interior se descontracturó, un ave fénix saltó de mi pecho, rozagante, y mi boca escupió un enorme y asqueroso: "MA' VALEEEEE!!!!". Fue el fin de nuestro noviazgo.