domingo, 6 de junio de 2010

extraño ser.

Una nueva ramificación de la especie humana está extendiendo su población cada vez más. Se trata de un especimen muy particular, al parecer similar al hombre stándar, sólo que posee las cualidades negativas un tanto acentuadas.
Este mamífero se alimenta de toda clase de mujeres, sin discriminar, generalmente de las que se encuentran en su hábitat natural, boliches de reggaeton, o las que puede levantarse por msn, aunque no rechaza a las de otros lugares.
Alejandro tiene la peculiar característica de no creer en la monogamia y hacerlo público, reirse de ello y disfrutarlo como su mayor placer. Aunque a veces dice ponerse en pareja, le gusta aparearse con una basta cantidad de humanos del sexo opuesto. Es caradura, suele manifestarse como tipo fachero y seductor, aunque si se lo mira de adentro hacia afuera, sabe cómo hacer para irritarte.
Alejandro no es un tipo más, es uno de esos que suele decirle al humano femenino que la quiere y que está hermosa todos los días, para que mientras se va a retocar al baño pueda chamuyarse a la mejor amiga. Y no, no es típico de hombre. La especie se empeña en no dejar chica sin besar, en que la mayor cantidad posible de mujeres estén con él en algo y se terminen enganchando, para después poder salvarse con la frase con la que se anticipó: "no quiero que te pase nada", o sus versiones: "no quiero nada serio", "tengo novia, y ella es la primera". Hace lo posible para que el sexo opuesto crea que se puede llegar a algo más, solamente con el objetivo de tenerlas todas muertas, y luego, sin tener los testículos suficientes como para afrontar la situación, hacerse el pelotudo. Pero ojo: en cuanto la mujer se descuida y parece haberse olvidado de él, reaparece con algún mensaje de texto.
Sin embargo, la ingenuidad de esta especie hace que no se dé cuenta de que todas sus mujeres pueden llegar a conocerse, y que todo le puede volver.

Aclaración: actualmente hemos encontrado algunas publicaciones donde a este especimen se lo llama "Ignacio".

martes, 1 de junio de 2010

A pesar.

"No quiero ir más al colegio. Prefiero ir a trabajar que por lo menos te pagan" decía el niño, quejándose, a la mañana. ¿Quién no lo ha pensado? En un abrir y cerrar de ojos ese niño se encuentra con unos años más, trabajando 9 horas al día y con un sueño mucho peor. Porque este sueño no son sólo ganas de quedarse calentito en la cama un rato más, trae un plus de cansancio de hace varios días, ya que el niño-adulto ahora va a la facultad una vez que sale del trabajo, y eso le lleva tiempo.
Y mientras antes el problema era tener menos tiempo para salir a la vereda a jugar, ahora es cuándo cornos va a descansar.
Ya no es cantidad de hojas, sino cantidad de libros.
No es tratar de hacer rápido el trabajo en grupo para tomar la leche mirando El Chavo, sino hacer una monografía un viernes a las 3 de la mañana tomando cafeína para no dormirse.
No es llegar a casa a ver qué preparo mamá para almorzar, sino pensar qué vamos a pedir (o calentar algo que sobró de anoche).
No es ponerse a llorar para que el amiguito que vino a jugar a casa no se vaya, es rogar tener un fin de semana libre para ver a los amigos.
No es contar monedas para el recreo, es agarrarse la cabeza para poder pagar la tarjeta de crédito.
Cuando caés en la cuenta de que creciste y no sabés cómo ni en qué momento pasó, te das cuenta que tu vida está llena de responsabilidades, que muchas veces te impiden hacer cosas que tanto querés. Pero eso no es importante. Lo importante es no perder a la gente valiosa que tenés a tu lado. A pesar de todo, y a pesar de los años.