Nuestro vagón está en plena oscuridad, pero es una oscuridad pacífica, porque desde las ventanillas podemos ver una ciudad que se va apagando con el correr de las horas y la entrada de la noche. Ellos, los del vagón siguiente, se encuentran plenamente iluminados, en movimiento, leyendo el diario que salió calentito esta mañana, sumergidos en un libro o en la letra de alguna canción de su reproductor "mp...tanto". A pesar del cansancio, la luz les permite seguir vivos, seguir construyendo su futuro. Ellos están bien.
De este lado de la oscuridad se duerme, o se mira con miedo pasar a algunos cartoneros. Pero nadie se preocupa, nadie se interesa por ir hacia la luz. No sentimos bien sin querer aprender.
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